miércoles, 14 de enero de 2015

ROBOCOP (1987)


Una de las mejores decisiones de mi vida la tomé en 1987 cuando, una a priori aburrida tarde de domingo decidí acompañar a mi hermano y a uno de sus amigos al cine Comedia de Barcelona. Todavía no sabía que iba a disfrutar de una de las mejores películas que he tenido la suerte de poder ver en la gran pantalla (¡¡y en sesión continua!!): Robocop.


Viendo el cartel de Robocop, se podría sospechar que iba a ser una copia mala de Terminator, estrenada con gran éxito justo tres años antes. Nada más lejos de la realidad, con un enfoque totalmente diferente a la película de James Cameron, el hombre robot llamado Robocop consiguió dejar huella en un terreno ya pisado por el destructor interpretado por Schwarzennegger. El holandés Paul Verhoeven consiguió crear una crítica satírica, gamberra y visceral de la sociedad americana.   

Si un director es bueno puede trabajar en cualquier género. Algo así debieron pensar los productores de Robocop al ofrecer la dirección de la película a un director extranjero al que no le gustaba la ciencia ficción, además de que no parecía atraerle la idea de dirgir un film de un policía que se convierte en robot.Según el propio Verhoeven, al leer el guión de Robocop pensó que la película sería una tontería y lo tiró a la basura. Fue su mujer la que, tras recuperarlo y leerlo, le convenció de que el personaje tenía más matices que podían ser explotados y que además podía convertirse en un película muy violenta. Verhoeven, amante de la violencia exagerada en el cine, recapacitó y decidió rodarla.

El traje de Robocop iba a ser una especie de forro que envolvería por completo al actor que interpretase al robot policia. Esto suponía que el actor no podía ser una persona demasiado corpulenta, más al contrario. Peter Weller fue el elegido, su complexión delgada y su control de los gestos corporales, heredados de la práctica de artes marciales, lo convirtiron en el actor idóneo para el papel. Peter sufría deshidratación cada vez que rodaba con el disfraz de Robocop que consitía en un traje flexible, lo que permitía libertad de movimientos, recubierto de una reluciente armadura que daba el aspecto metálico que precisaba el personaje. Éste fue cuidadosamente iluminado para que esta armadura siempre brillase.

Una de las escenas que se me quedó grabada en la retina para siempre es la del asesianto de Murphy. Hasta ese día mis jóvenes ojos no habían contemplado una matzanza así en cine, al menos que yo recordara. La sensación que me produjo no la volvería a vivir hasta diecisiete años después, con la tortura y muerte de Cristo en La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. Y es curioso porque existe un paralelismo entre los dos personajes ya que los dos mueren de forma violenta para después resucitar y volver a la tierra para una nueva misión.

El Cristo de los ochenta
En Robocop hay pocos buenos, pero que muy pocos. La mayoría de personajes son malos malotes, incluso aquellos que deberían ser buenos en otro tipo de películas, ejemplo de ello son los directivos de la compañía OCP (empeñada en privatizar la seguridad ciudadana) interpretados por Ronny Cox y Miguel Ferrer. Son ejecutivos capaces de matarse entre ellos con el fin de apartar de su camino a todo aquel que se interponga, es la ley del Far West, enmarcada en un debastado Detroit.

Por supuesto no podemos olvidar la banda de malos protagonistas, encabezada por el personaje interpretado por Kurtwood Simith. Verhoeven buscaba para interpretar a este maléfico personaje a una actor que pudiera recordar a un personaje terroríco de la historia; Himmler (mano derecha de Hitler),. La caracterización, con las horribles gafas a lo Himmler y la interpretación de Simith construyeron un villano inteligente y salvaje, de esos que dan miedo de verdad, con un macabro sentido del humor que pone los pelos de punta.

Simith como el Himmler de Detroit
Simith como el Himmler de Detroit


Como no podía ser de otra manera en los ochenta, la banda sonora cuenta con sintetizadores de la época, que utiliza el compositor Basil Poledouris en aquellas escenas en que Robocop se comporta como máquina. Cambia de manera radical en aquellos momentos en los que la parte humana de la criatura resurge, utilizando aquí instrumentos de orquesta para aliñar los momentos en los que Murphy deja de ser Robocop.

A nivel visual Robocop nos regaló imágenes de esas que no se olvidan. Con el tiempo me parece especialmente encantadoras las escenas en las que aparece el terrible y paródico ED-209 (también conocido como la versión defectuosa de Robocop), creadas con la técnica del stop motion,  que consiste en mostrar imágnes fijas sucesivas para crear el efecto de movimiento, técnica nacida en 1906 y que Tim Burton rescató para su Pesadilla antes de Navidad (1993). Además de esas gloriosas secuencias, Robocop está plagada de momentos y detalles encantadores:

-La forma de enfundar el arma Murphy y después Robocop.
-La frase de Murphy/Robocop: “vivo o muerto, vendrás conmigo” (al más puro estilo John Wayne).
-El grito de “que alguien llame a un médico”, después de que ED-209 dispare unos cuarenta balazos (o más) sobre el pobre empleado de la OCP, que se presta al experimento de la escena de presentación de la máquina.
-La mancha de orina en los pantalones que deja uno de los trabajadores de la OCP cuando sale corriendo del baño.
-Las primeras tomas de conciencia de Robocop, filmados en cámara subjetiva, después de la muerte y resurrección de Murphy como máquina.
-La banda de villanos haciendo explotar coches y tiendas por pura diversión, sólo con el pretesto de probar unas potentes armas.
-ED-209 intentando bajar unas escaleras para después terminar rodando por ellas, quedándose panza arriba y pataleando como una cucaracha mientras grita como un animal herido.
-La escena final cuando, después de salvar al presidente de la OCP, éste le pregunta: “¿cómo te llamas hijo”, y Robocop responde: “Murphy”.

ED-209


Robocop es un Frankestein de los ochenta, un muerto que es resucitado sin su consentimieto, que vuelve a la vida para ser un ser diferente al resto de la humanidad. Movido por unos intintos y sentimientos heredados de su vida pasada que le impulsan a acciones que no logra comprender.

Si Terminator era una máquina sin sentimientos venida para aniquilar al ser humano, Robocop es un robot víctima del hombre, en una sociedad corrupta contra la que debe luchar. Está claro que yo no aprecié todos estos matices cuando la vi con doce años y es eso lo que hace de Robocop una película de obligado revisonado en la época actual, lamentablemente la realidad actual tiene demasiados paralelismos con Robocop. Con suerte la volverá a proyectar Phenomena y podremos disfrutarla en pantalla grande, como se merece. Recordad llevad a vuestros hijos si rondan los doce años de edad.

Dedicado a mis amigos de Blogcaspa http://blogcaspa.blogspot.com.es/